Rayos, clima y desigualdad: una mirada global al aumento de muertes por descargas eléctricas
Entre 2020 y 2024, al menos 19 personas fallecieron por descargas eléctricas naturales en la República Dominicana, según la Oficina Nacional de Estadística (ONE), lo cual equivale a una posibilidad de una muerte por rayo por cada 2,8 millones de habitantes por año . Aunque la probabilidad es muy baja, cada caso representa una tragedia para familias y comunidades. El episodio más reciente ocurrió en Manoguayabo, donde tres menores fueron alcanzados por un rayo mientras jugaban en un parque; dos murieron al instante y uno quedó gravemente herido. Las muertes suelen ocurrir durante la temporada ciclónica, especialmente entre junio y noviembre, cuando aumentan tormentas eléctricas provocadas por cumulonimbos . Las regiones rurales y costeras resultan más expuestas, ya que muchas víctimas trabajan al aire libre o no cuentan con refugios adecuados. Aunque dominan las electrocuciones por cables y redes eléctricas, solo entre el 2.4 % y el 2.8 % de las muertes por electrocución se deben a rayos . La temporada de riesgo coincide con los meses de mayor actividad eléctrica, como julio, agosto y septiembre .
La tendencia de las muertes por rayos muestra fluctuaciones anuales: ocho en 2019, cinco en 2020, diez en 2021, siete en 2022 y seis en 2023, lo que suma 36 muertes en cinco años según Miradorweb . En 2023 la cifra de electrocuciones totales subió a 168 (de las cuales rayos representaron solo el 2.4 %) frente a 150 el año anterior; el promedio anual de electrocución ha sido de unos 187 casos entre 2007 y 2023 . La mayoría de las víctimas de electrocuciones generales son jóvenes entre 20 y 44 años, con predominio en hombres entre 35 y 44 años de edad . Octubre, septiembre y agosto son los meses con mayor ocurrencia de casos relacionados con electricidad, reflejando el incremento durante la temporada de lluvias intensas. Las estrategias preventivas tradicionales como refugiarse en vehículos o viviendas cerradas siguen siendo esenciales durante tormentas. El horario más frecuente de incidentes es entre las 8:00 a. m. y las 8:00 p. m., y los días de martes a viernes concentran más casos . La densidad rural menor quizás contribuya a que el total de muertes por rayos sea bajo, pero el subregistro podría ocultar casos no reportados.
Las consecuencias emocionales en comunidades afectadas son profundas: familias pierden seres queridos y se demanda más atención estatal a estos eventos. Tras el incidente en Manoguayabo, la comunidad exigió espacios seguros para niños donde jugar sin peligro durante tormentas eléctricas . El pescador fallecido en Hato Mayor generó conciencia sobre los riesgos laborales en alta mar . A pesar de que en 15 años el hospital Luis E. Aybar no atendió casos de quemaduras directas por rayos, se reconoce el daño psicológico y neurológico que pueden dejar estas víctimas . Por lo general, las víctimas sobreviven (en promedio el 94 % de los casos a nivel mundial), pero muchos desarrollan secuelas permanentes o temporales, como amnesia o lesiones auditivas . El contexto de menor visibilidad mediática en zonas rurales dificulta la difusión de medidas preventivas. Se requiere integrar a organismos meteorológicos, salud pública y medios locales en campañas educativas más efectivas.
Las causas meteorológicas son claras: las lluvias y tormentas intensas entre mayo y octubre favorecen la formación de nubes cumulonimbos con potente actividad eléctrica. El aire cálido y húmedo del Caribe interactúa con las frentes frías y vaguadas provenientes del Atlántico, generando condiciones de tormenta . En 2023, en solo un día se contabilizaron más de 125 rayos en el territorio dominicano, evidenciando el incremento de actividad eléctrica . Aunque estas descargas a menudo no llevan lluvia intensa al punto de impacto, representan riesgo real para personas al aire libre o en zonas expuestas. Las estructuras altas o aisladas concentran mayor riesgo, como árboles y postes sin pararrayos. Habitualmente, cerca de tres cuartas partes de las víctimas de rayos son varones, y la edad más afectada es entre 15 y 34 años . El riesgo intenso también ocurre en el mar, donde pescadores pueden quedar expuestos sin refugio.
En términos comparativos, Cuba registra cifras mucho más elevadas, con un promedio anual estimado en 54 muertes por rayos entre 1987 y 2017, mientras RD tuvo solo 19 en cinco años entre 2020 y 2024 . Globalmente, se estima que anualmente suceden unos 240,000 impactos que causan 24,000 muertes . En países con geografías similares la densidad poblacional y menor ruralidad podrían explicar la menor mortalidad dominicana. No obstante, la falta de estadísticas específicas sobre descargas naturales podría subestimar los casos reales. En otras regiones donde se supervisa detalladamente, las muertes por rayos son reconocidas como una amenaza climática relevante. La República Dominicana debería fortalecer su monitoreo meteorológico y registro de eventos relacionados.
Las medidas preventivas son básicas pero efectivas: al escuchar truenos, se recomienda buscar refugio en edificios cerrados o vehículos adecuados. Evitar resguardarse bajo árboles aislados o estructuras metálicas es considerado fundamental . Durante una tormenta, no utilizar aparatos eléctricos, no bañarse ni tocar cañerías metálicas en interiores reduce riesgos. Frente a la ausencia de refugio, agacharse en posición de cuclillas minimizando el contacto con el suelo puede disminuir la probabilidad de ser alcanzado . También se recomienda esperar al menos 30 minutos después del último trueno antes de salir al exterior . Estas medidas mitigan la posibilidad de lesiones tanto directas como por corriente lateral o superficial de suelo. Defender la regla “30‑30” y diseminarla entre el público reforzaría la cultura de autoprotección.
Cuando alguien es alcanzado por un rayo, no retiene carga eléctrica y debe recibir atención inmediata. Se recomienda verificar pulso y respiración: si hay pulso pero no respiración, aplicar respiración boca a boca; si no hay pulso, iniciar RCP sin demora . Se busca evaluar quemaduras, posible daño a órganos, fracturas u otras lesiones traumáticas. Aunque muchos sobreviven, la atención médica temprana mejora significativamente los pronósticos. Mantener al paciente abrigado y trasladarlo a un centro de salud es indispensable. Estos protocolos, aun simples, pueden ser decisivos en salvar vidas.
La estadística general de electrocución muestra avances: los casos bajaron de 254 en 2007 a 168 en 2023, reflejando una disminución del 33.9 % en ese período . En 2021 fueron 179 muertes por electrocución general, aunque solo el 2.8 % se originó por rayos . Estas cifras se inscriben dentro de un contexto donde la mayoría de accidentes eléctricos son causados por contacto con tendidos eléctricos, redes clandestinas o electrodomésticos. La proporción de muertes por rayos sigue siendo baja, pero no debe trivializarse. La combinación de mayor cobertura eléctrica y educación podría disminuir aún más los incidentes. El objetivo es mantener las muertes por rayos en mínimos históricos.
En resumen, aunque las muertes por rayos son poco frecuentes en la República Dominicana, siguen ocurriendo y afectan desproporcionadamente a quienes trabajan o habitan entornos abiertos durante la temporada de lluvias intensas. Cada una de las 19 muertes registradas entre 2020 y 2024 representa una oportunidad perdida de prevención. Las medidas de autoprotección, junto con protocolos de atención inmediata, pueden marcar la diferencia frente a estos eventos naturales impredecibles. Educar comunidades rurales sobre riesgos y medidas básicas es clave para reducir su vulnerabilidad. Fortalecer el monitoreo meteorológico y registro de incidentes por rayos permitirá respuestas más eficaces y oportunas.
india
India registra entre 2 000 y 2 500 muertes anuales por rayos, siendo uno de los países con mayor número total de fatalidades en el mundo . Las regiones de Bihar y Odisha concentran la mayoría de los casos, y el gobierno ha reconocido los rayos como desastre estatal, con compensaciones a las familias afectadas. La mayoría de las víctimas son agricultores o trabajadores rurales expuestos sin refugio adecuado durante las tormentas. En algunos días han muerto más de 76 personas por rayos en estados como Uttar Pradesh y Madhya Pradesh, evidenciando episodios masivos de mortalidad . Las aplicaciones móviles como “Damini” buscan alertar sobre tormentas, aunque muchas comunidades remotas no las reciben debidamente. Por cada persona fallecida, alrededor de nueve resultan lesionadas, muchas con secuelas permanentes¡. El cambio climático agrava el problema al intensificar el número y frecuencia de tormentas durante el monzón.
La temporada monzónica, entre junio y septiembre, concentra los impactos más letales, aunque también hay brotes tempranos o tardíos del fenómeno de rayos . La mortalidad ha aumentado más del 50 % desde comienzos del siglo, superando el ritmo de crecimiento poblacional. Las comunidades rurales son las más afectadas por falta de alertas localizadas, refugios seguros o capacitación preventiva. Intervenciones comunitarias usando pararrayos construidos con materiales simples (bambú, bicicletas) han empezado a implementarse. El sistema nacional de detección de tormentas no alcanza a localidades aisladas. La mejora de redes comunitarias de comunicación y salud pública sigue siendo una prioridad. A pesar de los esfuerzos tecnológicos, la brecha entre conocimiento y acción es grande.
Aunque las muertes por rayos en India son muy elevadas en términos absolutos, la tasa por millón de población es de aproximadamente 1,4–1,8, similar a otros lugares densamente poblados de Asia . Se estima que cada año miles de personas sobreviven a impactos con lesiones neurológicas, auditivas o cognitivas. Existe falta de registros claros en zonas rurales, lo que dificulta contar casos reales. La introducción de líneas educativas en escuelas y centros comunitarios ha empezado a generar conciencia, aunque lentamente. El gobierno ha destinado recursos para alertas tempranas, pero la difusión comunitaria sigue limitada. El principal reto es llegar a poblaciones vulnerables ubicadas en áreas remotas. La combinación de acción estatal, educación preventiva y tecnología accesible es clave para reducir el número alarmante de muertes.
Bangladesh
Bangladesh sufre un promedio de unas 300 muertes por rayos cada año, concentradas en las zonas del noreste como Sunamganj, Netrokona y Sylhet. Desde 2015 hasta 2022 se registraron más de 2 142 muertes por este fenómeno, con un promedio anual superior a 348 fallecidos. Muchos de los incidentes ocurren durante la pre-monzonada (abril–junio) y por la tarde, cuando los agricultores trabajan en campos sin protección . En abril de 2025, un solo día causó al menos 15 muertes en nueve distritos; otra jornada mató a varias personas que volaban cometas o trabajaban al aire libre La mayoría de las víctimas son hombres jóvenes del área rural, dedicados a la agricultura o pesca. Aunque el país declaró los rayos como desastre natural en 2016 e implementó sistemas de alerta, la falta de conectividad y alfabetización limita su eficacia. El cambio climático ha intensificado las tormentas en los últimos años, incrementando la mortalidad aun con mejoras tecnológicas parciales.
Durante la temporada más afectada, el sistema de alertas llega con anticipación de pocas horas o a través de apps y redes sociales, pero muchos agricultores no acceden a estas advertencias . Las autoridades han promovido refugios comunitarios resistentes a rayos y estrategias de primeros auxilios y RCP, cuya aplicación puede aumentar la supervivencia al 70–90 % en caso de ataque no grave . La deforestación, al reducir árboles altos, ha eliminado barreras naturales que podrían haber disipado la electricidad atmosférica. Las campañas educativas en pleno campo aún son escasas, y la dispersión del mensaje se ve limitada por la dispersión geográfica. Las zonas con mayor densidad de impacto por kilómetro cuadrado son también las más pobres. El promedio de muertes no ha disminuido significativamente, a pesar de los avances técnicos. El principal desafío sigue siendo conectar la ciencia con acciones comunitarias tangibles.
El patrón estacional de Bangladesh muestra dos picos: abril-junio y septiembre-octubre, relacionados con cosechas agrícolas y retorno a valles desde los campos inundados . El número anual se ha mantenido alto (>300), aunque en 2023 bajó a 322 fallecidos y en 2024 a 271, mientras que años recientes como 2020 presentaron picos de 427 . El país tiene una de las tasas de mortalidad por rayos más altas del mundo cuando se ajusta por área y densidad poblacional. La educación preventiva, el refuerzo de servicios de emergencia y la instalación de refugios seguros con pararrayos son medidas cruciales. A pesar de los recursos disponibles y los registros científicos, la implementación efectiva en zonas rurales sigue siendo insuficiente. El resultado es una brecha entre capacidad y realidad que mantiene las muertes altas. El llamado es unir instituciones meteorológicas, salud pública y líderes comunitarios para salvar vidas.
Cuba
En Cuba, entre 1987 y 2017, los rayos causaron un promedio de 54 muertes anuales, acumulando 1 742 fallecimientos en 30 años, más que los huracanes durante el mismo período. Las provincias más afectadas son Granma, Holguín, Camagüey y Santiago de Cuba, donde se deben a tormentas entre junio y agosto. En esas regiones hay riesgos elevados de trabajar o practicar deportes al aire libre sin refugio durante tormentas eléctricas. Se recomienda refugiarse en estructuras cerradas con marcos metálicos que actúen como jaulas de Faraday, y evitar árboles, postes y superficies metálicas expuestas . Tras los incidentes, el gobierno y medios locales han difundido protocolos básicos de conducta durante tormentas eléctricas. Aunque la densidad de rayos es alta en verano, la mortalidad relativa es menor que en otros países de clima similar, posiblemente debido a mejor infraestructura y cobertura urbana. Aun así, las zonas rurales muestran brechas en conciencia pública y cobertura preventiva.
Los rayos son ahora considerados más letales que huracanes en la isla, debido a su frecuencia y la falta de protección adecuada para quienes viven en áreas solas o agrícolas Se han identificado comportamientos de riesgo recurrentes: actividades al aire libre durante tormentas, refugio bajo árboles o en techos metálicos sin protección. Las campañas educativas promueven desconectar aparatos eléctricos, alejarse de ventanas y tuberías durante tormentas. La temporada de alto riesgo incluye lluvias intensas acompañadas de granizo o vientos fuertes que potencian la severidad del impacto eléctrico. Algunas provincias registran cientos de muertes acumuladas, especialmente en zonas rurales donde el monitoreo es menor. La cobertura preventivo-sanitaria varía entre municipios. Pese a la advertencia oficial, las muertes por rayos siguen sin ser prioridad de políticas públicas integrales.
Aunque Cuba tiene menor número de muertes absolutas que India o Bangladesh, la letalidad por fenómeno natural lo coloca en un lugar relevante en el Caribe. El uso de refugios urbanos seguros y educación ha reducido la mortalidad en zonas pobladas. Sin embargo, en áreas alejadas los comportamientos de riesgo persisten por falta de infraestructura saludable. Instalar pararrayos en escuelas rurales, talleres comunitarios y plazas públicas ha sido sugerido como medida efectiva. La coordinación entre meteorología, salud pública y medios estatales ha permitido mayor visibilidad del problema El conocimiento técnico existe, pero aún no se traduce plenamente en prevención masiva. A mediano plazo, fortalecer la cultura de autoprotección puede reducir significativamente las muertes.
Madagascar:
Madagascar presenta entre 60 y 100 muertes por rayos al año, con una tasa estimada de fatalidad de 2,1 a 3,6 por millón de habitantes . La mayor parte de los impactos ocurre entre noviembre y abril, temporada de ciclones y fuerte actividad eléctrica en las tierras altas. Las víctimas son mayoritariamente pobladores de aldeas rurales sin refugios adecuados ni pararrayos. Muchas casas utilizan techos metálicos o materiales ligeros que no ofrecen protección. La infraestructura preventiva es mínima y apenas existen estadísticas oficiales integrales. Las comunidades rurales, relacionadas con agricultura y pesca, viven expuestas durante tormentas frecuentes. Las autoridades locales han propuesto campañas educativas, pero su impacto sigue limitado. El subregistro hace probable que las cifras reales sean mayores.
Los rayos anuales estimados oscilan entre 300 y 500 impactos, pero aún no se cuentan todos debido a la dispersión rural y falta de monitoreo sistemático . A pesar de la densidad climática adversa, muchas aldeas carecen de estrategia clara de refugio o alerta. El cambio climático podría aumentar las tormentas entre las estaciones tradicionales, poniendo en riesgo aún más a la población rural. Sin datos precisos ni cultura de protección consolidada, la mortalidad permanece alta. Se han planteado intervenciones como pararrayos locales y formación en primeros auxilios. Sin embargo, la cobertura institucional es limitada. Se requiere cooperación internacional para reforzar sistemas tempranos.
Aunque Madagascar tiene menor volumen de muertes que otros países tropicales densos, la tasa por millón destaca su vulnerabilidad en el contexto africano. Programas comunitarios para construir refugios seguros usando materiales locales podrían salvar vidas. Informar a líderes comunales y escolares sobre medidas ante tormentas es una estrategia clave. La concienciación climática aún no llega plenamente a las zonas afectadas. La coordinación entre meteorología, salud pública y ONG locales es decisiva. Aun con pocos recursos, es posible reducir significativamente las muertes con medidas específicas. La mejora gradual en infraestructura y educación puede transformar el riesgo en resiliencia.
Venezuela:
En Venezuela, particularmente en la cuenca del lago de Maracaibo, las tormentas conocidas como “Relámpago del Catatumbo” generan una densidad eléctrica extrema, con hasta 250 descargas eléctricas por km² al año. A pesar de esta densidad, las muertes estimadas oscilan entre 70 y 100 personas por año, con una tasa de 2,5 a 3,5 por millón de habitantes La mayoría de las víctimas son pescadores y habitantes rurales que viven sobre el agua o en chozas sin refugio seguro. La región sufre tormentas nocturnas frecuentes, especialmente entre abril y noviembre, cuando pueden durar hasta nueve horas por noche. Muchos incidentes no se registran oficialmente debido al aislamiento de las zonas, lo que subestima el número real. Las campañas educativas son escasas y la infraestructura de protección mínima o inexistente. El riesgo continúa siendo alto dada la combinación de densidad eléctrica, clima húmedo y falta de alerta.
Las tormentas del Catatumbo son uno de los fenómenos eléctricos más intensos del planeta, pero la correlación entre impacto y mortalidad es moderada al compararse con densidades similares en África o Asia. La dispersión poblacional y la falta de estadística formal complican el registro de casos. Se recomienda establecer refugios comunitarios resistentes y sistemas de detección temprana integrando redes satelitales y locales. La educación en primeros auxilios y RCP podría aumentar la supervivencia de los golpeados directamente por rayos. La coordinación entre meteorología, autoridades locales y ONG es esencial para cubrir zonas vulnerables. Aunque existen datos sobre densidad eléctrica, la cultura de protección está por desarrollarse. Los resultados de intervención podrían ser muy significativos con poco costo.
Aunque las muertes en Venezuela son menores en comparación con India o Bangladesh, la magnitud del fenómeno Catatumbo lo convierte en un caso único de alto riesgo eléctrico. El turismo y la pesca en la zona deberían acompañarse de protocolos preventivos visibles. Instalar refugios en poblados ribereños y capacitar liderazgos comunitarios podría reducir fatalidades. La densidad de descargas no se traduce en mortalidad proporcional, pero eso no disminuye el peligro. Mejorar registros, difusión y cultura de autoprotección es clave. Interconectar ciencia y acción local permitirá mitigar daños. Con voluntad y planificación, esta región puede pasar de riesgo extremo a resiliencia comunitaria.